Revisando fotos he acabado en mi viaje a los Alpes Italianos de hace dos años, en el cual pude visitar diferentes lugares, pueblos y ciudades. Sin embargo, en aquel viaje hubo dos escapadas fugaces que nunca se me olvidarán. Una de ellas fue a Zermatt para visitar el archiconocido Matterhorn (Monte Cervino como lo conocen en Italia). La otra fue sobre la que voy a hablar en este artículo, y fue para volver a un lugar que me conquistó al ver una serie de fotografías de la National Geographic Viajes, los Dolomitas.
Como decía, fue una escapada de un día, haciendo noche allí mismo. Y todo para poder volver a disfrutar del precioso valle de Funes y las vistas del majestuoso Grupo Odle. La idea era subir arriba del todo para obtener una vista lateral, sin embargo, como iba bien de tiempo pude hacer una parada en Santa Magdalena.
La verdad es que no recuerdo cuanto tardé en subir hasta arriba del todo, pero podría haber sido mucho menos si mi terquedad no hubiera podido a la razón y en vez de subir andando hubiera utilizado el funicular que apenas tarda 30 o 40 min. Pero bueno, quería completar el viaje realizando un trekking y doy fe que me costó lo mio.
Cuando ya estaba casi en la cima me encontré una familia que me preguntó a dónde iba. Lo cierto es que más allá no había literalmente nada, así que imagino que no sabrían el porqué de mi decisión para subir de manera tan abrupta (al final pasé de hacer las z del camino y subir recto).
Otra sorpresa fue encontrarme con otro fotógrafo que apareció de la nada. Flipando un poco me puse a hablar con él y resultó ser un fotógrafo de naturaleza que había venido de Estados Unidos. Él, que fue más listo, se alojaba en el hotel que había unos metros más abajo, por lo que iba y venía cuando le parecía. Lo más alucinante fue que semanas más tarde me encontró en 500px. El fotógrafo era Dan Ballard y pude comprobar los trabajos tan buenos que tiene en su web.
Recuerdo que llegué para la puesta de Sol, así que objetivo cumplido. Mi idea era hacer una larga exposición del Grupo Odle mientras las nubes pasaban por encima. Hubo pocas nubes pero podía haber sido peor.
Esa vez fue la primera que me dije a mí mismo que tenía que hacerme con unos guantes bien calientes para que no volviera a perder la sensibilidad en los dedos. Os aseguro que es difícil trabajar en esas condiciones. La altura a la que estaba rondaría los 2.500 metros y el viento que corría era bastante frío a pesar de estar en Agosto (no quiero ni imaginar en Invierno).
Las vistas, tanto por un lado como por el otro, eran increíbles. Hacia el norte se veía el Valle de Funes. Hacia el sur todo el valle que había subido andando y al fondo la Marmolada a un lado, y el Sassolungo al otro. Montañas de roca increíblemente grandes que en una fotografía es difícil de captar su magnitud.
En definitiva, una escapada que mereció la pena, pero que no será la última, puesto que es un lugar para volver infinitas veces, por no hablar de la cantidad de fotografías pendientes que me dejé por hacer.