Cuando hacemos realidad nuestros sueños

Desde hace varios años me dedico a organizar viajes fotográficos a distintos lugares del mundo. Cuando veo las caras de los asistentes al llegar a ciertos lugares me doy cuenta de que soy partícipe de esos momentos, de que estoy haciendo realidad sus sueños. Cuando viajo por primera vez a un destino, soy yo el que está cumpliendo sus sueños. Hoy os voy a contar el sueño cumplido de subir al Top of the Rock de Nueva York.

Y es que no recuerdo en qué momento, visitar Nueva York se convirtió en un sueño para mí. Yo apenas viajaba, ni siquiera estaba entre mis prioridades. Igual era el destino que nos meten en la cabeza que hay que visitar sí o sí. El caso es que iban pasando los años y cada vez viajaba más y más, sin embargo, Nueva York estaba ahí, como en stand by.

¿Sería por el hecho de que tendría que cruzar el charco? ¿porque lo veía como un destino caro? ¿o porque intercambiar casa en Nueva York se había convertido en algo casi imposible?

Recuerdo perfectamente estar hablando con una amiga cuando salió el tema y nos pusimos a organizar un viaje a Nueva York. Después de tantos años tan sólo había que darme un empujoncito y, voilá, una vez se me mete una idea en la cabeza ya no hay quién me la quite.

En más de una ocasión he comentado una forma que tengo de viajar que me permite ahorrar y estar bastante tiempo en un mismo sitio. Esa forma de viajar es mediante el intercambio de casas. En concreto, la web en la que estoy es Home Exchange.

De esta manera me puse a buscar casas con las que intercambiar. Primero pensamos en ir en Navidad, pero parecía una misión imposible. Después en Abril, aprovechando la Semana Santa. Pasaban los meses y no tenía casi respuestas. Mi objetivo era estar 3 semanas en Nueva York, lo que implicaba conseguir por lo menos 2 casas de intercambio. Al final, haciendo malabares y moviendo las fechas conseguí mis 2 casas para Mayo, por lo que finalmente me iría solo.

Empire State y World Trade Center. 150mm

Se me ocurrió que, ya que iba a América, podría aprovechar el viaje para visitar primero la Costa Oeste, y de allí, desplazarme a Nueva York. Era la combinación perfecta, naturaleza y ciudad. Pero mi viaje a la Costa Oeste lo dejo para otro artículo.

Mi visita a Nueva York fue interesante aunque con sensaciones extrañas. Era una ciudad que había visto en multitud de películas y series, pero en la cual nunca había estado. A nivel fotográfico tengo que reconocer que me costó mucho hacerme a ella. A pesar de ser una ciudad enorme, no es la típica con grandes monumentos y plazas en donde poder explayarme, así que tuve que estrujarme los sesos.

Eso sí, había un sitio en el que sabía que iba a disfrutar muchísimo, donde iba a poder obtener una de las mejores fotografías del viaje, la terraza del Top of the Rock.

Había leído información sobre esta terraza, por lo que sabía que no iba a poder subir un trípode normal. De manera que un año antes me compré un mini trípode para colocarlo sobre la repisa de una columna, con el fin de poder fotografiar el atardecer y la hora azul.

Cuando compras la entrada tienes que decir a qué hora quieres subir. Creo recordar que la más temprana era sobre las 18:40, y el Sol se ponía sobre las 19:30. Muy justo, así que intenté llegar antes a la cola.

Para subir tienes que pasar varios controles y una zona donde la gente posa sobre una viga reproduciendo la famosa foto de los obreros. La persona que había allí se quedó un poco parada al decirle si podía pasar directamente al ascensor.

La repisa sobre la que situé mi trípode y la cámara

Una vez arriba, y sin salir a la terraza, las vistas eran espectaculares. Recuerdo una sensación de alegría y emoción enormes, y es que la primera vez que subes a un mirador tan alto en Nueva York no la olvidas jamás. Fue impresionante poder ver todos esos edificios a tu alrededor, con el Empire State como protagonista.

En lo alto del Top of the Rock hay dos terrazas, la de abajo tenía cristales delante. La segunda era la que tenía como repisas cuadradas cada ciertos metros donde podría colocar la cámara sin que nada me tapara. Enseguida conseguí uno libre y de allí no me moví en 2 horas. Había conseguido lo más difícil, ahora solo tenía que tener suerte y poder disfrutar de una puesta de Sol estupenda.

El cielo estaba algo nublado, con claros, y durante varios minutos la luz del Sol tiñó los edificios de un color dorado. Después se tapó y dio lugar a nubes rosadas. Pero aquí, lo que todo el mundo esperaba no era la puesta de Sol, sino la hora azul. Normalmente la gente se va una vez se oculta el Sol, aquí no.

Conforme pasaban los minutos mis piernas estaban cada vez más agarrotadas. Y detrás de mí notaba cada vez más presencias extrañas, y es que la terraza se iba llenando cada vez.

Últimos rayos de luz antes de que se tapara.

Tengo cientos de fotos con el mismo encuadre, pero con diferentes luces. Si hubiera tenido dos cámaras y dos mini trípodes habría hecho un time lapse. Dentro de lo estático que estás en una situación así intenté probar encuadres distintos con diferentes focales.

Recuerdo perfectamente la sensación de estar muy, muy alto. Cuando me ponía a cambiar de filtros andaba con mucho ojo. Cualquier objeto que caiga de esta altura pueda matar a una persona. Al principio me coloqué la correa de la cámara al cuello. En ocasiones arrimaba la cámara al borde para aprovechar al máximo el gran angular, no sin que se me pusiera los pelos como escarpias.

Sé que para muchos de vosotros puede parecer un rollo estar 2 horas plantado en un mismo sitio y que debería haber paseado y disfrutado de la terraza. Pero mi mayor objetivo era obtener esa foto. Igual hubiera perdido el sitio y ya no hubiera podido conseguir la foto.

Tengo que volver, sé que volveré, y me volveré a poner en una columna. Eso sí, esta vez llegaré antes y me daré una vuelta por toda la terraza del Top of the Rock para disfrutar de las vistas desde todos los ángulos.

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