Desde siempre la fotografía ha servido para recordar aquellos momentos vividos. Es una forma de inmortalizar aquel instante de manera que puedas rememorarlo una y otra vez. Pero, ¿y si el recuerdo no es del todo bueno?

Aquel viaje a Tenerife fue la continuación de lo que empezó siendo el peor viaje de mi vida. Una deportación de Islandia por culpa del Covid fue lo peor que me podía haber pasado, ¿verdad? Mi ilusión de ver el volcán en erupción se fue al traste. Tan sólo pude verlo desde el avión.

En vez de volver a casa cambié los planes y me fui a Tenerife. Era un sitio al que quería haber ido desde hacía tiempo y podría aprovechar sus cielos increíbles. Además, está la playa de Benijo al que le tenía ganas.

El atardecer fue precioso. Tener una buena luz la primera vez que visitas un lugar así es de afortunados. Es verdad que te pilla un poco a ciegas porque no conoces el lugar, pero en seguida encuentras algún encuadre interesante. Como anécdota me gustaría decir que Daniel Kordan tiene fotos de esta playa en su galería de Madeira, lo cual me da que pensar. ¿Será un error? ¿Lo habrá hecho adrede para marear?

Lo que parecía el peor viaje de mi vida no había hecho ma´s que comenzar. Un par de días más tarde me robaron todo el equipo del coche. Fue mi mayor pesadilla y la verdad, me hundí.

La única suerte que tuve fue que había hecho copia de las fotos de aquellos primeros día, algo que no suelo hacer nunca. Tan sólo perdí las fotos del último atardecer.

Las fotos están en mi disco duro y siempre que merodeo aquellas fechas las miro con recelo y paso de puntillas. No quiero verlas porque me traen malos recuerdos. Es verdad que el tiempo lo cura todo, y a día de hoy veo este atardecer y me acuerdo de aquella tarde, y no tanto de lo que pasó después. Y sí, sigues doliendo un poco, pero la vida continua.